HILITO DE CARNE

Mi cuerpo

hilito de la carne descolgado de una madeja de historias

Pedacito de barra que se desplaza a la muerte, como una gota de silencio en la mitad de algo que persiste ruido 

Este lugar que alude a todo y no tiene nada, deshauciado, trémulo, pajita de hierba creciendo en senderos olvidados

Ni un pulso que me aliviane el miedo, ni una caricia que redima para siempre

Cuerpo radical, materia contundente, vulnerable a los deseos, camarada inhóspito que cada día de mí cobra todas las auroras.

NOVEDADES LÍRICO DESMONTADORAS

NOSOTRAS

La carne se queda siempre en el mismo diván

como una hojita de lata que se oxida lentamente

Viene el viento, con su voz aletargada a ponerle el diente, su único gran diente, ciclón y espuela

Está la puta que nos atraviesa a todas, sentadita en el rincón de siempre, en su nenúfar de esperma, en su misterio

La calle tiene mayodormos que se evitan, que se licuan y se tiran

Queda este fiambre, este poder descomunal que desea y desea

Estas ganas de sexo tan prosaicas, tan vulgares, tan de todos los días en todos los cuerpos y que todos ocultamos, medrosamente, sigilosamente, por claras evidencias

La seducción no es un derroche

Estas ganas de entregarse entera como un zorra ardiendo que sólo se consume en su mismo combustible

Inagotable, pozo de deseo que no descansa en su vertirse afuera

Qué escándalo cuando estoy una vagina llena de líquidos

Erguida como el mástil de un velero que navega en efluvios, en cositas varias

Cuántos orgasmos innombrados por un extraño miedo, por una censura ordinaria, vieja, fósil de museo

La puta, la que desea, no la que se vende solamente

La puta, la que desea, la hembra presa de unas ganas infames, barrocas, insondables, caverna legendaria 

La que el macho niega, las que las madres asesinan lentamente, pedacito a pedacito, en los primeros años

Las cercenadas del poder del clítoris, las putas, nosotros, las más putas

Simuladamente castas, simultáneamente vírgenes y espectro

Yo no tengo un nombre que decir y del cual se admiren los vecinos. No ando en los lugares que se reclaman para jactarse de ese roce que sólo las buenas cunas conocen. No hubo pianos en mi infancia, disparos quizás muchos, muertes que se deslizaban suavemente por la piel abajo, nombres fugitivos, talones de aquiles rotos por todo el campo y caballitos cargados de presidios. No tengo la voz del dandi, ni la apariencia del burgués y mi cara es grotesca como una máscara de feria. No soy blanca, no soy rica, no soy bella. No tengo cuerpo de sirena, ni senos turgentes, ni pectorales de varón henchido de espectáculo y aplauso. Mi cuerpo es una hebra de nada, un pedacito de carne, un juego de resortes que se agosta y se oxida. Pero ahí estaban ellos, delante de mi, con sus ráfagas. No en mi cara, no en mi casa, no en la cena; en el diario, en la televisión, en el llanto de las viudas, en las pisadas descalzas de los desplazados. Esa ha sido la turbulencia y el signo de esta homosexualidad que pesa a ratos, como un bulto de sal de mar con gravedad de plomo. No puedo callar en ocasiones, no puedo hacer la vista gorda y pensar que los muertos enterrados en los espacios intersticios son sólo una nota de la que la historia hablará en estadísticas, pecados de número que sepultan rostros. Yo, la que me digo pendeja, buitre, sol y luna, la que me quiero envejecer perdiéndome en mi camisa de fuerza en cualquier sanatorio de ciudad, la que no tiene miedo, ni pena, la que se muestra como una hoja de dos bordes y que gira para mostrar las nalgas y no para salir del paso. La que tengo atravesados lo muertos entre pulmón y pulmón, la que no pido perdón por mi cursi sensibilidad, tan trasnochada, tan voz reiterativa, la que no puedo creer aun, después de estas décadas, que el comando de la bota siga dando estocadas infames sobre los brazos, las piernas, el alma de mis conmatriotas. Yo, la tonta, la que sale de prisa a cabalgar por burdeles, la amante de la risa, yo, hermanos yo, lo siento. Siento la persecución en mis pasos, en mis respiros, en las noches de lecturas aciagas y en las que la poesía ha salvado del suicido. Están allí y no hay ironía en ello. Cómo podría haber ironía en tanta muerte, en tantos ojos sepultados por nuestra indolencia, nuestra indiferencia, la cómoda mirada de los transeúntes que nada saben de nada. Yo no puedo callar tanta muerte, lo siento por mi madre, por mi hermana, por los hijos que decidií no parir porque el mundo está muy triste, muy solo, muy del lado del infierno. Ayer me comí un pan pero las migajas de mi pan cayeron en las manos de quien no tiene pan y eso es un abismo para mí, un desacierto, un misterio. Ayer quise bailar como suelo hacerlo en los cabarets baratos, pero mi danza era una carnaval de llanto, un camino ignorado, un rostro del que nunca nadie más supo. Yo no tengo fortuna para estar entre los buenos, entre los bien vestidos, entre las chicas guapas de pelos alisados que recorren mesa y mesa, club y club, y que se enroscan en cruceros marinos, lejos del tedio en el que todos viven. Yo vengo de en medio y esa tensión me constituye, me afirma, me duele, me enreda y caigo de bruces ante la barbarie. Dejar que sigan diciendo la tonta canción del capital armado. Yo no puedo dejar que esto pase así, inadvertido, como si no lo viéramos tantos ojos, como si la sangre no nos reclamara urgente una acción definitiva. Yo no puedo irme de aquí dando la espalda, yo no puedo. Por eso estoy en la picota para ser cuero de atolladero, mariquita de nada, una simple cucaracha que encara la miseria de todo el banal deseo.

Ay!!!! qué gozo se me expande cuando me dices te quiero

cuando el viento de palabras que profieres se me enredan entre los dedos 

Ay!! que es un pueblo, una clase, un partido o todo un gremio lo que brota de mis senos cuando me dices te quiero

Es abrir nuevos veranos, es poder volar el cielo

Un estanque de sirenas, un enjambre de luceros, se desprenden de mi vientre cuando me dices te quiero

Ay!!! que crecen mundos en las fauces de mi rojo pelo, en las entrañas los bosques, en mi mirada los credos 

Ay hermoso niño!!! cuantos cuentos anduvieron vertidos en los silencios de ese decir te quiero, cuantas torres derrumbadas, muros, murallas y miedos

Ay!!! mi hermoso niño, cuando me dices te quiero.

A Johan

Tu cuerpo oloroso a tu sudor, tu néctar

Ese tacto de corceles que se alegran en la campiña de mi mano

La extensa primavera de tus dedos, campos mullidos como trigales madurados rozándo el silencio de mis labios

El arcoiris de tu ombligo, como una alianza eterna entre tu paz y mi deceso, como un testigo ocular de nuestros actos

Tu cuerpo, ceñido al mío, manto de luz , claraboya por la que miro al infinito, habitación sin techo, árboles en los costados que nos enredan como si hacer el amor fuera poblar la tierra con selvas de carne, vegetales amuletos

Tu cuerpo, parada del sol, brazos cercenados que me cargo conmigo ausente de ti, siempre ahora, en la distancia, a lo lejos

Tu cuerpo, quemadura de verano, latencia sigilosa que me arde dentro, aurora boreal, mañana en la tarde, día de la noche, esplendor, reflejo

Tu cuerpo, vertiente de mi feminidad, de mi vagina en tu beso, de mi orgía de sabores, mis fugaces fluidos, mi saliva, de mi sexo los destellos

Tu cuerpo, templo de Agra, agua fecunda, velero de mi viento.

a Johan

 

Todavía hoy te amo, no pienses que te olvido, no te has ido en mi deceso

Todavía hoy te amo en la agitada faena, corriendo con mi tacones rojos por callejones estrechos, en la caminata silenciosa por la banqueta de la avenida agitada, en los días de sol, en la lluvia, en el sereno

Todavía hoy te amo, luego de estas semanas que parecen inconclusas, faltas de ti, de tu barbilla de arabescos, de tu risa bonita, tus regaños por mis miedos

Todavía hoy te amo pensando que vuelas por la ciudad como el aire, raudo, veloz, imperceptible, ajeno al mundo, al oropel y los celos

Todavía hoy te amo, con las letras alteradas, las carcajadas de Andrea, las borracheras, los falsos besos

Con mi vestido vulgar, mis medias de maya, mi barba, mis desvelos

Todavía aun te amo, al abrazar a otros, al perderme en experiencias, al cocinarme urgida entre el baile y los excesos

Todavía hoy te amo, sin pensar en quien eres, qué soy, qué promesas nos debemos

Todavía hoy te amo, porque no encuentro en cuerpo alguno tu forma de mirarme, ni tu tacto, ni tu sexo.

Un beso intenso que se queda estrangulado en la garganta, una gota de miel caliente, un pedazo de limón en el extremo de la llaga.

Pepita era un cuento que bordeaba siempre la noche porque era rubia y borracha. Yo la amaba en los días de fiesta porque juntas, ella y yo, eramos el gozo de sabernos tan íntimamente perdidas de disparos, alharacas mortecinas, gritos emponzoñados, lujurias de alquiler, secuestros de poca monta y otras ligerezas de espíritus ordinarios. La Pepa Nostra. Cómo podría yo olvidar su cabellera, su vagina descomunal, su orificio anal, sus besos. Pepita y yo, en la discoteca del vecindario ruidoso, más ebrias que unas estrellas porno despedidas de algún film e iniciadas en la decadencia. La Pepa con sus tetas de plástico que se hizo insertar cuando era niña y con las que jugábamos desnudas en las noches solitarias en las que, además de camaradas, eramos el mismo tacto. Pepita, buscando el sudario de Turín en las camas de clientes incendiarios, alojados en pedacitos de libertad lejos de la mirada espeluznaste de sus mujeres angustiadas. Pepa de la risa, del juego, de los cantos, metidas en esa vieja casa desde la cual nadie podía mirarnos ¿Dónde estará su nicho descomunal, su bandera de saliva que ponía a gotear cada mañana con un cigarrillo en la mano mirando en la ventana? Ya se que la perdí en una estación de metro y no supe nunca nada más de su copioso rubor luego del fatal orgasmo.

Ángel que me miras pétreo, delirante. Ángel de los juicios y la luz que se repliega en una misma. Ángel del exterminio cabizbajo, inclemente y diletante, bajo sablazos mortecinos que no matan, que no hieren, que se quedan en el pertinaz asedio de una pueril amenaza. Ángel del cadalso, mirando fijamente que yo no te obedezco, ni te temo, aunque te quedes resbalando por mis cotidianidades como un viscosa brea, hinchado en tu jactancia. Ángel apocalíptico, mustio, milenario repartidor de culpas, sol hiriente, fácil fuego. No puedes hacerme sentir peor porque me libero, en cada sílaba con la qe abro senderos, en cada acción de risa, de perplejidad, de fiesta, contra tu tribunal inclemente, mezquino, sucio en los enredos. Ángel de la bruma que se lanza sobre el valle para repartir rocío y luego cobrarlo gota a gota a cada hierba co la avidez de un avaro con la mendicidad de un insatisfecho. Ángel ajeno a todo paraíso, ingenuo del infierno; aguas medias, ligero, sin valor, sin aventura, sin riesgo.

Hay miserias vespertinas, miseria matutinas, miserias de teatro. Miserias hay que se corrompen, se celebran y se ensanchan. Miserias para poner en el sombrero, ajuares de miseria en la calles de mi pueblo. Miserias de la noche, miserias de disparos, miserias desplazadas, itinerantes, raudas. Miserias del deporte, miserias en las casas. Miserias para ir comiendo y miserias empacadas. Miserias arruinadas, miserias ampulosas, miserias que se nombran, miserias que atolondran. Miserias de pie, miserias sentadas, miserias en los buses, miserias en la gradas. Miserias hay que se travisten, se hinchan de gloria y de sueños se disfrazan. Miserias de la carne, miserias hay con llagas. Miserias de elecciones, miserias de pasiones, miserias incendiarias. Hay miserias que se llevan dentro, miserias apesadumbradas. Miserias en la cama, en orgasmos furtivos, miserias a pinceladas. Miserias en la risa, miserias en el llanto, mi serias que en el canto de tanto gozo se inflaman. Miserias en los himnos, miserias que son parcas. Miserias anodinas, miserias inmensas, miserias clandestinas, miserias proclamadas. Miserias hay en las letrinas, en los prostíbulos, en las funerarias. Miserias de púlpitos, miserias de palabras. Miserias en lo siniestro, miserias por unos cuantos programadas. Miserias que se callan, que se hunden, que se angostan, se invisibilizan y que nunca estallan, esas miserias del día, esas miserias de almohadas, cómodas que aún así nos mantienen trasnochadas, miserias de cabaret, miserias de olimpiadas.

 

Era un pomo de sol, un fruto carnoso a pleno mordisco en la cosecha cada año

Era un gota de esperma en la mitad del regazo

un silvido de luna

un fresco de verano

 

Solía remedar las circunstancias, reírse a carcajadas, echar las mentiras, calumnias y los engaño abajo

Se pintaba los ojos de azahar, se ceñía coronas de quimeras y caminaba silvestre

fáunica por toda la casa sin temor a los escarnios

Despotricaba del tiempo, heridas insondables de los muertos, pedacitos de sablazos en la sangre

calendarios en mazmorras perpetuados

Se creía algo así como un ala de pájaro, un pétalo de flor carnívora

un buitre blanco, un incienso suavemente perfumado

 

Revoltosa como una gitana en compraventa de caballos

histérica de ámbar, loca de palabras enredadas en las manos

 

Era los tacones reposados en el viejo armario, las sabanas de seda rebujadas

los canapés desbordados

 

Tenía un cuenco de osos polares, de sirenas andaluzas

y un tridente para cazar nervaduras de gozo en medio del espanto

La impopular orgullosa, la crecida, la enaltecida de sí misma por ser otra

la lectora, la buhonera de reclamos, gritos, espasmos

 

¿Quién sabe de su suerte?

¿Alguien ha visto alguna huella de su orgasmo?

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