IRÚN-HENDAYA


Mi viejo ladrido ya no bala
mis ojos no enmudecen tanto
las hilos de la noche se destejen en mi vientre
y la luna mira siempre para el otro lado 
¿Qué me queda? pregunto al forastero que, como yo, deviene en la misma cabina del tren
En una lengua conocida, pero ajena, me involucra con el tiempo
Al descender en Irún la estela de viento frío me entumece los huesos
Hay fronteras, responde
Y si los huesos que se cuentan uno a uno en los panteones olvidados
en las fosas aún no descubiertas
en la muerte aún no consagrada
fueran un ábaco siniestro en el que un putrefacto niño
mide las cuentas de sus primeras lecciones 
¿Qué nos queda? pregunto a Gorky al otro lado de la frontera que ya es Hendaya
Sólo me mira con su cara de viejo zorro
con su pipa de marino que se quedó encallada en la ría de ese mar Cantábrico
Sin saber de esta sangre que es la América
me mira y se ríe
Piensa que como los vascos estamos alucinados con los cuerpos
Seguro los sures inundan las prisiones
Gorky y los libros subversivos de ETA
su prohibido ingreso al país dónde le han tachado de indeseable
mi tez morena
la lluvia
el mar
el pato asado que devoramos en la tarde de paseo a los pueblecitos vecinos
con el miedo de esta queja
¿Por qué la muerte? ¿Por qué tan fecunda en tantas manos?
Prendemos un cigarrillo, vamos al bar, tomamos café y luego de nuevo los libros
Podríamos vender balas tóxicas y liberarnos de tanto tedio
pero luego no cabemos en soluciones
todo gira en torno a la misma blasfemia de los cuerpos sufridos
Perdona mi ira de no estar en París aquella noche 
perdona los vuelos sedentarios en los que no modifiqué mi carga 
Gorky y yo en el coche de regreso a la frontera
sólo yo puedo cruzarla
nada aquí me corresponde
Tráeme cigarros cuando vuelvas --dice--
allí son más baratos
Y mi mente se aleja de los ritos demenciales de la aduana
de los muros fraguados sobre ríos
y mi voz no cesa
aunque mi viejo ladrido ya no bala