CHAVELA VARGAS

Empinada como un águila que asciende en la luz de un verano clandestino, una voz se alimenta de presagios, de avatares y de amores. Y las cuerdas de guitarras de Garibaldi en la noche, las cantinas, las fiestas, los burdeles, los maricas. Toda la cigarra que no calla en la distancia el vivo lamento del alma enamorada. Los tequilas, los pronombres que semejan un destiladero de fiebres, un modo precioso de parir canciones. Toda la garganta engullida de amor, estrangulada por el viento, pulmones de la dicha, estrellas del aliento. Chavela, chavelita de murmullos estertóreos, mujercita de la morena tez de este mestizaje salvo de toda culpa, bendecido con hisopo de mezcal y de ojos chinos. En mi frente, mi vagina sideral que no se colma de paloma negra, nido de mi infancia, mujer de mis rancheras. Que cantarás por los siglos para acompañar esta miserias, la historia del solfeo hendido en la piel, horadando el seno. No quedará un sólo lugar que no te nombre porque has sido de todos los dolores del amor, el más adorado fermento y bálsamo de sus infiernos.