ESCORT MUTE: ENTREVISTA A PINI PROSTITUTA

13.09.2012 03:48

P= preguntón

P2= Pinina Flandes

P-- ¿Se dice que en este proyecto te has prostituido en serio ¿cómo ha sido eso?

P2-- De hecho porque me prostituí nació la idea del proyecto. Llevaba algunos días en la Ciudad de México y un viernes, hace casi un mes, entré a un chat de contactos gay. Había alguien preguntando por un escort que le hiciera una buena felación. Yo le 
 intercepté sin ninguna pretensión y le pregunté que cómo buscaba al escort y me indicó las características. Yo me describí y le envié algunas fotos a su correo electrónico. Minutos después estábamos ultimando detalles por celular. Me dio una serie de instrucciones porque quería que al llegar no pronunciara palabra alguna.

P-- ¿No tedio miedo pensar que era una broma o que podrías correr algún riesgo?

P2-- La verdad nunca me tomo en serio nada que provenga de un chat, pero me permito ciertos actos. El hombre se veía animado y serio. Igual no perdería sino lo del taxi, unos 100 pesos mexicanos ida y vuelta. Y podría ganar 1500 pesos que era el precio que habíamos acordado. Pero, te confieso, no era el dinero fáctor que me motivaba; era algo diferente: el vértigo de la exposición, la vulnerabilidad en sentido levinasiano.

P-- ¿Cuál fue la reacción del hombre al verte? 

P2-- Jajajaja la reacción de él fue normal, tranquila, amable. La sorprendida fui yo, en verdad. Cuando le vi en la puerta de su apartamento, todo un lugar loft muy blanco, noté que era más joven que yo (unos 28 años) y que estaba bastante adecuado a mi gusto. Fue un placer servirle. La sorprendida fui yo, en realidad. Mira: me prostituí en mi rol masculino. Puedo parecer muy varonil si me lo propongo. El hombre estaba encantado que un tipo como yo estuviera a su completa voluntad. Creo que eso fue lo que descubrí esa noche. Hay gente que paga por sexo no porque no tenga un polvo qué levantarse, sino porque el poder comprar a alguien es un completo fetiche que produce un gran gozo. Ese gozo no se encuentra tanto en el disfrute de la apropiación, sino en el disfrute de la capacidad de exposición que tenga aquella persona que compras. En el fondo yo veo esto como una falencia ética, acostumbrados como estamos a no dar nada sin recibir nada. Somos como odres llenos pero con fuertes reservar en el desbordamiento. Pareciera como si estuviéramos calculando todo el tiempo. Yo sólo fui y me di entero, sin ponerme a pensar cuanto dinero iba a recibir, sino cuanto podría yo ser otro de quien suelo ser. 

P-- ¿No te parece un riesgo exponerte de ese modo y, sobre todo, exponerlo públicamente en un proyecto plástico? ¿ qué dice tu pareja? ¿tus amigos? ¿la gente?

P2-- Desde que empecé a desdoblarme performáticamente en Pinina mi vida ha logrado cosas que antes no me hubiera atrevido a hacer. Pinina es la mujer que soy yo siendo hombre que me ha liberado de todas las ataduras hipócritas en las que la sociedad me había confinado. La exposición la asumo no como un lucirse sino, por el contrario, como un modo de llegar a ser Otro en verdad. Es dejar que la posibilidad del riesgo emerja y que no te apabulles ante la irrupción del otro en la vida que es tuya. Es como un darse, un donarse, un decir: "finalmente aquí estoy y no tengo miedo". Pero no se trata de tener un coraje activo, sino un coraje pasivo, expuesto, dado, permisible a la irrupción de la primera gran alteridad que es uno misma y sus fantasmas que le habitan y exponerse una a ellos, a sus otros, a su alteridad más difamante. La alteración se hace sentir hasta el punto de romper la identidad subjetiva. Más exactamente, ese hacerse sentir es la alteración misma, una alteración que se define como sensibilidad, y una sensibilidad que hay que concebir como quebranto y dolor del yo: vulnerabilidad. Y aquí es donde digo que la compraventa de la carne es una carencia ética, en el sentido en que es preciso comprar lo que se tiene, requerimos un don, pero no lo obtenemos, lo compramos y obligamos a que hagan como si nos dieran, es una retorcimiento de la apariencia. En mi caso, asumí que no era sólo lo otro en mí, sino lo otro contra mí, dentro de mí, en mí misma, en mi yo. Es la pasividad lo que se acentúa, hasta el extremo de privarse del menor atisbo de iniciativa. Eso es lo que experimento cuando estoy a merced de mi cliente; yo no puedo hablar si quiera, sólo sirvo, doy placer, me entrego en un acto que, en realidad, no tiene precio; se encuentra mucho más allá del toma y daca del capital miserable y, en esa medida, mi prostitución se salva, me salva y salva a mi cliente de una experiencia prosaica. Él y yo nos hemos vuelto el lugar más escandaloso de la prostitución ya que con mi exposición la hemos desvirtuado. La subjetividad se consume, pues, como hemorragia que ningún coágulo puede sustanciar: puro débito, pozo sin fondo y perseguido, sin lugar donde reposar ni interior donde esconderse: expuesto absolutamente. La sensibilidad significa invertir el conatus essendi en un haber-sido-ofrecido-sin-reserva. No se si me entiendas, pero, si me entiendes, para mi es ya un extremo gozo. Y si esto es así, ya sabrás qué puedo pensar yo de lo que piense el amor de mi vida, o mis amigos o la gente. Aquí lo que está en juego no es el pensamiento, ni lo dicho, sino el darse, el decirse, el desdibujarse hasta el desvanecimiento que implica una alteridad de tal tamaño y eso no es discurso, es experiencia.

P-- Entiendo que te soportas en un argumento filosófico y que en realidad es una praxis pero ¿esa exposición no te granjea de alguna manera un reconocimiento de tal modo que en el fondo sigue operando el egoísmo?

P2-- Venderse como yo me vendo no es un acto egoísta meramente. Puede serlo, pero es también otras cosas. Y en esa gama de posibilidades hay sólo una que me lanza con entereza al acto de la prostitución como exposición: la firme convicción de que no vale la pena vivir sujetados a la Mismidad de ser uno mismo siempre, como un factum al estilo de la filosofía heideggeriana que Levinas critica. Una no es sólo un yectum, algo que esta destinado a ejecutar su autenticidad sin más --según la facticidad de Heidegger. En mi caso, una es jugarreta de la exposición que salva a mi cliente y a mí del mero destino de la compra-venta. Yo no necesito el dinero, él me lo ha ofrecido y claro que lo tomo, pero más allá de eso está el haber desvanecido mi subjetividad al extremo; convertirme en una parodia de mi misma, no reservarme los escrúpulos, no tener miedo, no adueñarme activamente de la situación, sino ponerme en el deseo del otro y ser, como dice Levinas: "Pasividad mas pasiva que la pasividad unida al acto, la cual aspira aún al acto de todas sus potencias. Inversión de la síntesis en paciencia y del discurso en "voz de sutil silencio" haciendo señas a los Otros --al prójimo, es decir, a lo inenglobable. Debilidad sin cobardía como el ardor de una compasión. Descarga del ser que se desprende" (interrumpe P2 la lectura y aclara: si ves! descarga del ser que se desprende, irse uno de uno misma y ser este y otras más.

P-- ¿Y te gusta venderte?

P2-- Sólo cuando me prostituyo de esta manera, no tanto cuando firmo contratos laborales por necesidad. Casi ya nunca más me pasa eso. Cada cosa que hago la hago por encima de esa situación y entonces ya no hay lógica del capital, sino encuentro y gozo, eso me ha enseñado el prostituirme de este modo. Creo que mis estudiantes lo saben, ellos saben cuanto amo enseñar, así que venderme así no es venderme y prostituirme. Es salir de esa lógica por un acto claramente expositivo. Mis amigos también lo saben. Mis clientes sexuales también, no tan claramente, pero saben quien soy cuando estoy con ellos, una simple ESCORT MUTE.

P-- ¿Te has vendido como trabajadora sexual más veces?

P2-- Sí, a pesar de que parece mentira (lo cual siento es algo que me ayuda a desequilibrar la fuerza de veracidad de mi experiencia, algo interesante para mí) y lo haré una y mil veces hasta morir en el acto mismo de la exposición. Como suelo decir, amar hasta lo insoportable, buscando amor dentro del amor, hasta volverse loca de tanto amar.

México, septiembre de 2012.