Uno encalla una mañana
de cualquier verano
y se detiene como un velero roto
sobre la mar
sin hundirse
Luego la voz del compañero
en la trasiega misteriosa
en las faenas del sexo
en la fuerza de la carne
comprimiendo
desangrando
entrelazo de los pies y de las manos
besos enclavados en los nudillos
arpones de lengua en las pantorrillas
voces
ojos
miradas de espalda a los enormes cadalsos
Y siempre
este dato que se detiene en la puerta
como nota calcárea
Endurecimiento de tiempos lacios
ebriedad del cuerpo que me arrastra
sobre el mar
noche sin pudor
que desvanece en la playa
cual fermento de un orgasmo