 
       
	
	Camarada 
	un susurro de tu voz en mis manos es un tesoro
	la memoria de lo de siempre
	cuando iniciamos la caminata nocturna por los cuerpos femeninos
	
	Tu velero saeta rozándome el obligo
	los senos redondos, los besos, los amancebados itinerarios
	la fuerza de tus palmas sosteniendo el vientre
	los besos en las piernas
	las cautela
	las tres bocas entonando siempre el mismo beso
	
	Compañero 
	nuestra causa ha sido el cuerpo
	tu cuerpo y las mujeres
	las sornas de luz
	las noches de ironías
	las ausencias y ese llanto del que nunca nos hicimos dueños
	
	Tus retruecanos en gemidos intensos
	las lineas de los rostros en los excesos de la sangre
	ellas, cofrades de ese espectro en que la ambigüedad no puso pero sobre la vagina o el glande
	
	Poeta de luz y del destierro
	amigo
	hermano
	amante
	ella y tu voz
	los dos pedazos de mi carne