PENSAMIENTOS

13.09.2012 18:06

En la madrugada de hoy me he preguntado, sorprendida en este lugar hasta el que he llegado en búsqueda de respuestas fundamentales para mi ejercicio de vida, algo que me permita empezar a hilar una narrativa de la resistencia desde la perspectiva de una estética de la diferencia. La primera gran pregunta, la gran inquietud que asalta en estas horas del desvelo en el que el terigio de mi ojo derecho se inflama por el exceso de uso y la radiación de luz de la pantalla en la que escribo, es esta: ¿De qué se trata estar en una vida intelectual y artísticamente propositiva, activa? La respuesta es amplia, casi que podría ser una inquietud que cada día trae nuevas formas de respuesta; es como una pregunta caleidoscópica, enorme, titánica. Pero, a pesar de la magnitud de la pregunta y de sus múltiples respuestas, hay soluciones que siempre están vigentes en cada nueva respuesta, como una especie de fondo sobre el cual se levanta todas las demás posibles. Un sustrato básico que habilita una arqueología del pensar, del sentir, del ver, del existir en general. Se trata de la experiencia colectiva que ha dado forma a nuestras propias y particulares valoraciones del mundo, justo aquellas que nos lanzan a un determinado modo de vida, una profesión, una búsqueda, con una impronta propia. Entonces, en mi corazón y en mi discurso, reverbera un mismo campo de respuestas, a saber, el campo de la experiencia política de los pueblos latinoamericanos, y ya, en mi caso particular, mi experiencia de ser colombiana. Esto me ubica en un plano netamente relacional e idiosincrático, una especie de epicentro en el que converge la experiencia de dolor y de lucha, de terror, de vulnerabilidad, de injusticia que marca nuestra memoria como latinoamericanas y como colombianas. Todas mis posibles respuestas están preñadas de este modo particular de ser, de vivir, de existir, y por ello, no pueden tener los tintes pretensiosos de una posmodernidad que se salta o desconoce la experiencia de exclusión, vulnerabilidad e injusticia de mi lugar, este que habito y que me atraviesa el alma.


Es así como una respuesta inmediata salta a la vista: una vida intelectual y artísticamente propositiva se erige con un tesón incansable por hacer, de una particular sensibilidad, una sensibilidad que exprese, que indique, que señale, lo que los ojos del común no ven, ni sienten, ni perciben. Me digo a mi misma, en esta madrugada defeña , que no sólo he venido hasta aquí con el ánimo de sacar laureles que me permitan subsistir, sino que se trata de una preocupación más aguda, más fundamental, más incrustada en algo así como un destino, es decir, mi preocupación no es subsistenciaria, sino de sentido, de valor, de significado de estar viva aquí y ahora en estas coordenadas geográficas del sur (digo sur en el sentido no geográfico sino geopolítico) atravesadas por innumerables violaciones a los Derechos, lo cual interpela y exige de una intelectual o de una artista, forjada en el oquedad de esta realidad, una respuesta. Pero, esta respuesta no es ya el tópico y los clichés de las respuestas desgastadas que andan por ahí en el seno de la cultura, se trata de dar a luz una nueva respuesta, de poder tematizar de otra manera y de dejar ver cosas que no se han visto, a través de la palabra y de la acción, de la construcción de objetos tangibles e intangibles, que serán el nuevo hijo que reverdercerá la esperanza de que la situación de injusticia, de vulnerabilidad y de violación sistemática de los Derechos, se vierta hacia caminos de justicia, seguridad, y protección de la vida y del bienestar para todos.