ONTOLOGÍA Y BARBARIE

13.09.2012 18:01

Empezar cada día ante la barbarie (entendida ésta como la incapacidad de la ontología de ir más allá de su esfera de afirmación del ser y de hacer de todo acontecimiento un epifenómeno de la mismidad, no ya en el sentido latinoamericano de bárbaro o salvaje que alude a ese calificativo con el que el Otro fuera de la civilización cristiana o greco-latina, era tachado como exterior, externo y por as

imilar en un proceso de colonización llamado "culturización") es inminentente pensar, en el mejor de los esfuerzos por "pensar más y de otra manera" (Ricoeur). Es así como en las latitudes del miedo, es decir, en los lugares donde un modelo económico, un modelo de cultura, un modo de ver el mundo, se intenta disidir y disentir para no perder la esperanza de Otro mundo posible. Desde la soledad radical y básica de los que tenemos la experiencia de exterioridad, se ha puesto en marcha en nuestra dermis una sensibilidad de la diferencia que redunda en análisis de los destierros: 

1. destierro de lo heteronormativo: escándalo de ser homosexual. Y con ello los destierro endógenos dentro de las comunidades LGTBI: destierro por pensar fuera de la cultura gay-pop que es un dispositivo favorable al capitalismo consumista y nocivo, así como a al Estado nación que les vende la idea de derecho como estrategia de afirmación y reproducción de un Estado representacional e inherentemente corrupto. Destierro de la belleza blanca, angelical eurocéntrada. Destierro de los remedos gay de familia heteronormada: una pareja, una casa para dos, una "relación estable", y muchos destierros más.

2. destierro de lo eurocentrado: sentimiento de inferioridad por ser mestizo, con la lógica del padre ausente que se cierne sobre éste ser mestizo y con la imagen ambigua de la mujer que oscila entre la afirmación de la "pureza" de María Inmaculada y y los fluidos, efluvios y demás líquidos corporales del cuerpo de la madre que son abyectos, imagen de la mujer negada insistentemente.

3, Destierro de la patria: extranjería como ausencia de lugar, de hogar, de origen, nomadismo radical que hace que las maletas estén listas, las pequeñas propiedades siempre guardadas aquí y allá y luego perdidas en el trasegar del trashumante. 

En esta soledad radical (que no es un mal, ni un bien, sino una condición compartida con millones de personas) el Otro aparece en el horizonte como el dato básico que interpela y sana, temporalmente, el ser arrojado (Heidegger) que se evidencia en la andanza. La diferencia es, así, no sólo un asunto a resolver desde el tema del encuentro y el desencuentro, sino que se constituye en la categoría básica de la experiencia existencial. Por ello, para el que se mantiene en estas exterioridades, el Otro es un acontecimiento que se acoge con una responsabilidad afirmativa; aún en el disenso se abre un rescoldo de luz para dejarse perturbar por lo incómodo de la alteridad y anunciar la epifanía de su rostro: rostro de las despojados de la tierra, de las calumniadas y despreciadas, de los violentados por los prejuicios dominantes, de las pisoteadas por la historia. Rostros que cotidianamente encaran la circunstancia de barbarie en la que se sume una cultura eternamente apocalíptica.