HILITO DE CARNE

Mi cuerpo

hilito de la carne descolgado de una madeja de historias

Pedacito de barra que se desplaza a la muerte, como una gota de silencio en la mitad de algo que persiste ruido 

Este lugar que alude a todo y no tiene nada, deshauciado, trémulo, pajita de hierba creciendo en senderos olvidados

Ni un pulso que me aliviane el miedo, ni una caricia que redima para siempre

Cuerpo radical, materia contundente, vulnerable a los deseos, camarada inhóspito que cada día de mí cobra todas las auroras.

NOVEDADES LÍRICO DESMONTADORAS

Roto el estado de la carne
rotas las ansias
incluso las tristezas
Rotas las ventanas
los portazos y los gritos
rotas las ausencias
las demenciales incongruencias
rotos los hartazgos
Rotas las auroras enredados en los brazos
rotas las mañanas corriendo sin desidia
roto el beso
las comisuras de los labios
los libros en sus páginas selectas
Rota el alma
roto el viento
también el mar y los ocasos
Roto el bolsillo
la dermis oradada
rotos los dedos
rotos los gemidos
roto enteros los días del fastidio
rota la cama
el amor
las noches de sudor y pleno orgasmo
Roto todo entero yo que no soy uno
roto para siempre
rota la mirada de tu sino
los aludes de ternura
la contundente ambivalencia
Roto el deseo de lo que quisimos tanto
Roto el albúm de recuerdos
las monogamias sin tacto
las palabras de sabuesos
roto mi mejor costado
Rota la existencia entera
los delirios de la luz
las horas en tinieblas
Rotos para siempre rotos
tus sensuales gestos
tus demenciales caderas
la voluptuosidad de tus nalgas expuestas
roto el fragor del gozo
rota la historia de tantas excedencias

Latido que lates rezagado
espuela del sol
mañana que desliza
todo el fragor de la playa
lisonja de un ave marina
sedimento de lo alto que desliza arena
llueve tierra
agua escuece
Pulsión honda de materia prima
infierno de reflejos
clara luz
relámpagos al alba
Todo entero uno en una misma sin ser hembra
sin decir mujer varón lugar de la decencia
como un animal que, en cardumen, se quita la piel a cada luna
Retazo de la fiebre
carne sobre el glande
salivas desperdigadas
banal ebriedad
gozo gigante

Salir a caminar
en silencio
toda la playa
todos los dìas
con un gran deseo mutuo de recorrer los pies a besos
como en la noche
a la sombra de las rocas
Caminar juntos
toda la rivera de las olas
en una barca de brazos
muchos brazos
con los que nos regodiamos en grupos corpulentos
todos los hombres de colores espumantes
herrumbres sobre las rocas bañadas por el agua
noches que se alunan
se pierden sin luz
funcionan
Què dìas que vienes con naranjas
a la mañana
desnudos siempre
todo el dìa
morenos
delgados
bailando sobre la arena
con la mùsica en los oìdos diciendo carcajada
tacto
sol ebrio
Caminar juntos toda la rivera de estas horas
con Frank y los demàs chicos
que se acuestan
sobre tus muslos
sobre los mìos
cuando me besas
con todos en las manos
con todos en los brazos
deslizàndose
Yo no quiero dejarte màs en la noche
pero me marcho siempre para siempre
quizà venga un verano
en el que la voz del moro milanese
se restriegue sueño
sobre toda mi demis
en mis genitales
en la ternura de la voz y el beso

Le había escrito un poema aún sin conocerle
desconocía el silencio de su frente
la morena tez que le recubre
el sol que se desteje
las olas que golpean y muyen y juegan con las partes
Pero en la sílaba de la lengua su carne estaba
sus muslos se estrellaron con los míos
delgados
erguidos girando en picada
caídos
toda la tarde en el balcón poniente
en las hilachas de la costanera
en las rocas
con las iguanas que nos observan por entre la celosías de los riscos
Yo planteaba su cuerpo entre mi historia
sus besos
los latidos de la piel
el sol rojo
la tortuga desovando en la playa
por accidente
perdida
como yo
molusca
heterogénea
infirme
desastroza
Los dos en un solo pie andando
los días de la playa
sus ojos
arreboles de otro margen
huella amarilla que se hunde
y desaparece en la arena cuando la desmorona el mar


Tendido sobre la playa descansa
no hay turbulencias sobre la piel morena
El pudor se va sobre el agua y se consume
se ahoga
Todos los cuerpos salpican el paisaje como cuentas tiradas de un collar deshecho
blancos
gordos
rojos
feos
delgados
hermosos
bronceados
erguidos
abiertos
Se tiene la sensación de haber escapado de la locura
o de estar en el extremo de ella
Prefiero los cuerpos viriles o las caderas delgadas de una mujer india que se desliza sobre la orilla de las olas
Me quedo aturdido ante el sol que declina como un guerrero vencido ante las puertas de la noche
El imperio del gozo reina y los cuerpos socegados se buscan
se atraen
se limitan
se estrechan
se quejan en un extraño ruido como de un delirio de la carne
Lee un libro viejo
luego se levanta y limpia la arena
Quisiera deslizar el tacto sobre el tacto
como cuando un alambique destila afecto
Se incrusta entre las olas
nada
abre los brazos y gira sobre su propio eje
como un erizo de sangre que enrojece el agua
Se estrella con las olas y sale como el pico de un delfín contento
Lo veo y cuando se desvanece en la distancia
ya se que escribiré un poema a su cuerpo


La tarde se derrite lentamente
como un sol firme que deambula hasta el cansancio
gota a gota la luz desperdigada por sobre las partículas de todo
Majestuosos morenos oaxaqueños sobre la costanera
más sus ojos rasgados e indios
firmes brazos
claros muslos
El mar se robustece con la puesta del sol y brilla
asemeja un collar de una deidad marina de esas que este inmenso Pacífico hundió en el pasado
La arena ligera se incrusta y resbala y todo lo perméa de su roca
Caigo en picada desde la alta montaña sobre el ligero acantilado y me despeño
cuelgo arreboles en mis ojos
prendo linternas de gozo
aludes del deseo
Los chicos y las chicas corren en el poco y solitario oleaje
contonean sus miradas y sus cuerpos al frío de la salina agua
Bebo una cerveza más y me hundo ebrio
en la piel de cualquier viandante que desprevenido se detiene frente a mi tienda
bostezo
duermo


 

Hay hombres demasiado hombres
henchidos hasta el hartazgo de su hombría
erguidos, gallardos, derechos, como falos de carnaval chino
orondos, petulantes, estúpidos

Miro a través de la ventana fría la ciudad palpitando de estos hombres
los veo por la calle flirteando con similares hombres
se reunen y hablan y carcajean como niños ignorantes
van al bar
toman sus manos
y de vez en cuando un beso escondido se resbala de sus labios
se incrusta en las orejas y tiembla

Luego bajan por la escalera oscura que pierde sus escaños en las sombras
les persigo con mis ojos de molino, terriblemente abiertos, pero les pierdo de vista
quedan mis oídos expandidos como un radar de submarino terco
y provoco mi testimonio en la penumbra densa
siento jaleos
sílabas filtradas
orgasmos proscritos

Los hombres en su hombría contorsionan y retuercen
la escena está delante de mí todos los días
como una cascada que repite el agua de su cauce

Hay hombres más que hombres
Súper hombres!!!
pero en el amancebamiento exquisito de su feminidad que germina
la voluptuosidad del gozo esconden


Como colillas de un cigarro delirante
en la cantinita de Garibaldi 
cuando aún las lentejuelas eran la gallardía de la noche
estábamos todas sentadas
urgidas
expectantes
Bailando cumbias y moviendo las caderas desesperadamente
con el sentimiento de que pasara algo
una revolución en serio
una lucha que distendiera las terribles dictaduras
una guerra contra el pasado
un arma para la historia
Las humaredas de todas empelucadas
algunas con los senos exhibidos
llenas de perfume pachulí por todas partes
heridas
abiertas
desdichas o sea no mencionadas
con nombres sobrepuestos
como las alhajas
sobre nosotras
tan de cabaret de mala muerte
tan inseguras
tan expuestas
Pero firmes
esperando sin esperar nada
pero firmes
puntiagudas como nuestros tacos carmesí
con los velos
las sedas
los chifones
ebrias también
Firmes parodiando al mundo
tan sobrecargado de seriedad y de machos
Firmes en la última pugna del último trago
guerreras empedernidas
desdibujadoras
nuestro campo de batalla cuartos de motel
camas rebujadas
Nosotras 
colillas de cigarro delirante


Quien era el que descendía a Cristo cada abril y lo ponía en un sepulcro
como si el dolor del muerto fuera un uso cotidiano
una arma de perdón en medio de todos los daños
Ahora estoy seguro que una extraña maldad anidaba en ello
algo de luctuoso perfectamente programado
un miedo a la luz
una resurrección a cuestas, eso es sintomático
Y es que pensar en el olvido es una cosa
pero pensar en el perdón otra muy distinta
Uno perdona bastante cada día al leer la miseria de los diarios
perdona la televisión en la fonda
los ruidosos comerciantes
la activista presumida
y más lentamente uno perdona hasta el desamor y el abandono
Pero si te arrastran como a un perro y luego te llevan al cadalso
y sigues perdonando
algo de ira falta en el silencio
algo de fuerza resta en las palabras
algo de voluntad se echa de menos en la carne
Quien puso mantos de estrellas en la viuda santa
la madre herida
la vagina segmentada
quien la puso así de triste, lúgubre y falsa
Ese perdón tan femenino
de dónde vino esa resignación a ultranza 
en que mujer cupo
qué lastre de muerte se carga en una madre que no se mesa los cabellos y se arrastra y gime e implora y no se calla
Yo he visto a las vacas lejos de su ternero acechado
y no caben en su holgura
se deshacen
brincan
gimen 
lloran
Quien nos engolosinó tanto con la sangre
los clavos
los crucifijos y todos los cadalsos
Quien nos pidió meter una víctima en medio de los sesos
buscar lo imposible
amamantar una sed insostenible 
que se instala en todos los peldaños
Quien abrió la boca tanto
quien para siempre nos ha insultado
deshecho
muerto
apagado


Mi viejo ladrido ya no bala
mis ojos no enmudecen tanto
las hilos de la noche se destejen en mi vientre
y la luna mira siempre para el otro lado 
¿Qué me queda? pregunto al forastero que, como yo, deviene en la misma cabina del tren
En una lengua conocida, pero ajena, me involucra con el tiempo
Al descender en Irún la estela de viento frío me entumece los huesos
Hay fronteras, responde
Y si los huesos que se cuentan uno a uno en los panteones olvidados
en las fosas aún no descubiertas
en la muerte aún no consagrada
fueran un ábaco siniestro en el que un putrefacto niño
mide las cuentas de sus primeras lecciones 
¿Qué nos queda? pregunto a Gorky al otro lado de la frontera que ya es Hendaya
Sólo me mira con su cara de viejo zorro
con su pipa de marino que se quedó encallada en la ría de ese mar Cantábrico
Sin saber de esta sangre que es la América
me mira y se ríe
Piensa que como los vascos estamos alucinados con los cuerpos
Seguro los sures inundan las prisiones
Gorky y los libros subversivos de ETA
su prohibido ingreso al país dónde le han tachado de indeseable
mi tez morena
la lluvia
el mar
el pato asado que devoramos en la tarde de paseo a los pueblecitos vecinos
con el miedo de esta queja
¿Por qué la muerte? ¿Por qué tan fecunda en tantas manos?
Prendemos un cigarrillo, vamos al bar, tomamos café y luego de nuevo los libros
Podríamos vender balas tóxicas y liberarnos de tanto tedio
pero luego no cabemos en soluciones
todo gira en torno a la misma blasfemia de los cuerpos sufridos
Perdona mi ira de no estar en París aquella noche 
perdona los vuelos sedentarios en los que no modifiqué mi carga 
Gorky y yo en el coche de regreso a la frontera
sólo yo puedo cruzarla
nada aquí me corresponde
Tráeme cigarros cuando vuelvas --dice--
allí son más baratos
Y mi mente se aleja de los ritos demenciales de la aduana
de los muros fraguados sobre ríos
y mi voz no cesa
aunque mi viejo ladrido ya no bala

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